FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

sábado, 26 de diciembre de 2020

Retorno.

¿No os pasa que a veces llegáis a un punto en el que parece que no hay retorno?
Yo lo siento mucho cuando lloro y no me veo capaz de parar y quiero hablar a alguien, pero cómo se me puede ocurrir preocupar a alguien estando así. Entonces simplemente me quedo callada, sintiendo cómo se deslizan las lágrimas, una tras otra, y respirando para que la ansiedad que me oprime el pecho poco a poco decida irse junto con el sabor a sal.
Y sé que mucha gente leerá esto y se preocupará, yo misma lo estoy.
Otros se ofenderán pues creerán que es falta de confianza, y ni mucho menos, son esas ganas infinitas de cuidaros y que estéis bien, a costa de lo que pueda suponer para mí.
Soy tan complaciente que hasta lo hago cuando me perjudica. Y me callo cuando alguien no cuenta conmigo para algo pese a que me moleste porque pienso que la que actúa de una manera inesperada soy yo cuando planifico cada detalle, cada cosa que hago yo y que tiene en cuenta a los demás siempre que sea posible, todo.
Mi cabeza es una máquina que echaría humo si no fuera por las lágrimas. Y la música. Y los libros. Y estas entradas.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Anhelo.

Me duele el pecho de respirar tan profundo como soy capaz con la esperanza de que las cosas cambien aunque sepa que no es posible.
Quiero despertarme un día y sentirme bien, no sentir que me falta algo, que estoy fallando a alguien, que jamás voy a acabar nada.
Tengo bolsas de no dormir que ocultan las de llorar en silencio hasta caer rendida.
Intento no rendirme cuando ya lo he hecho y la pelea interna que tengo dentro va a acabar conmigo.
Quiero gritar y correr pero no tengo adónde ir ni con qué mantenerme, ni siquiera sé cómo me mantengo aún en pie.
Estoy viviendo una eterna discusión entra varios pedazos de mi ser. Entre lo que siento y lo que llego a mostrar. Entre lo que quiero y lo que debo. Entre lo que debo y lo que no entiendo por qué no puedo hacerlo. Entre preguntar temerosa y callarme porque ya me sé la respuesta.
Y muchas veces siento que me caigo en un agujero que no tiene fin, en el que me sumerjo más y más, tanto que me asusta no ser capaz de coger aire para salir a respirar.
Suspiro profundamente, sigo adelante, y paso a la fase en la que vivo engañándome a mí misma, aunque por una buena razón, salir de esto y resistir lo suficiente hasta que me vuelva a absorber y desbordar todo lo que guardo muy adentro de mi ser.
Y me siento terriblemente mal y tonta y sola, y no lo remedio pues no hablo con quién debo hablar, ni cuando ya no soy capaz por mí misma. Pero sé que aún así tengo gente que me entiende y me apoya está ahí siempre para mí y eso me llena y me hace intentar abrirme un poco más.
Ahora aquí estoy, escribiendo estas palabras que sólo me atrevo a dejar salir a medias. No quiero asustar ni preocupar a nadie. Sólo anhelo quereros tanto o más de lo que siento que me queréis.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Libertad.

Libertad para amar.
Para sentir.
Para expresarse.
Para salir y para regresar.
Para ser.
Para vivir.
Para elegir.
Para vestir.
Para decidir.
Para opinar.
Para respetar.
Para huir.
Para llorar y para reír.
Para escribir.
Para cantar.
Para bailar.
Para viajar.
Para callar.
Para pensar.
Para soñar.
Para hacer.
Para creer.
Para crear.
Para crecer.
Para vivir.
Para actuar.
Para confiar.
Para mirar.
Para escuchar.
Para ayudar.
Para gritar.
Para negarse.
Para estudiar.
Para trabajar.
Para olvidar.
Para perdonar.
Para saltar.
Para volar.
Para seguir.
Para esperar.
Para parar.
Libertad para ser libres.

sábado, 17 de octubre de 2020

Tic tac.

No me siento dueña de nada.
Ni dueña de mi vida.
Ni dueña de mis decisiones.
Ni dueña de mi futuro.
Ando con un cronómetro interno que me condiciona cada segundo de cada plan de cada momento fuera de casa.
No me siento satisfecha, no me siento completa, no me siento segura.
Sólo siento que soy una bomba de relojería a punto de explotar y derramar todo lo que tengo dentro de una forma tan brusca que posiblemente arrastre más de lo que pretendo.
No me siento libre, no puedo hacer nada sin que se me cuestione, sin que se me interrogue, sin que se me pidan explicaciones de mis compañías, del lugar que pisé.
Sin haber salido apenas ya tengo que decir cuándo volveré. Sin saber qué voy a hacer ya tengo que justificarme. Sin tener claro dónde voy a estar a cada momento o cuando voy a poder moverme, tengo que intentar organizarme sin fallar a nadie o si acaso a mí misma.
Y no puedo, pero lo intento, porque pese a no sentirme bien en casi ningún momento, quiero ver a mis amigos, a mi pareja, quiero pasear, sentir el aire fresco, pensar que algún día todo cambiará y tratar de aguantar hasta que llegue.

viernes, 28 de agosto de 2020

Verano 2020.

Paseos por los jardines, recuento de fuentes, el Mar sin playa. 
Sentirnos reyes y reinas al pasar por los pasillos que antaño cruzaron ellos. Caballos irreconocibles en cuadros y lámparas imponentes más grandes que cualquier salón que jamás pueda tener.
Museos, títeres, muros que encierran historias y poesía. Rapunzel y su príncipe, montones de recuerdos digitales en forma de fotos.
Hamburguesas, cumpleaños atrasados y preciosos regalos, cenas y fiestas improvisadas, música para definir un verano indescriptible.
Mascarillas de colores, caseras, colgantes de abalorios, sonrisas en forma de arrugas en los ojos.
Cerveza artesanal, tardes infinitas, puestas de sol que iluminan hasta el alma.
Cine de verano, olor a palomitas, felicidad en las pequeñas cosas. Mi casa.
Citas, cenas y planes en pareja que me llenan el corazón.
Un aniversario atípico, mimoso y cinéfilo.
Boda en familia, fotomatón, lágrimas y mucho mucho amor.
Baguettes de bacon y queso, paseos al anochecer, perseidas plagadas de deseos, suspiros de felicidad.
Botellines, charlas sin sentido llenas de significado, copas, noches que acabaron demasiado pronto pero fueron más que suficiente.
El himno sonando a todas horas en la cabeza y en el corazón, un San Luis 2021 que promete.
Mi pueblo, mi hogar, su gente y mi gente, increíble verano de 2020.

jueves, 27 de agosto de 2020

Borbotones.

Debido a que soy muy sensible y muy empática, muchas veces me cuesta entender el por qué la gente actúa como actúa en determinados momentos, ya que sí soy capaz de discernir los motivos que pueden llevarte a realizar determinada acción, pero me cuesta ponerme en el lugar de alguien que busca dañar a los demás sólo porque le apetece.
Esa empatía tan característica hace que cuando a alguien le pasa algo y me lo comenta, especialmente cuando se trata de sucesos muy tristes, muy alegres o impactantes, pueda ser capaz de sentirme como se siente esa persona y a su vez compartir con ella lo que imagino que serán unas palabras acertadas para esa situación en concreto.
Igualmente, mi sensibilidad extrema me pone en una situación muy incómoda a menudo cuando las lágrimas sustituyen cualquier intento de articular palabra, dado que todo mi ser se vuelve una sola cosa sensible, frágil y que necesita un momento para recomponerse.
Todo esto me lleva a preguntarme a menudo si alguna vez seré capaz de controlar mis emociones cuando suceden cosas a mi alrededor que no soy capaz de controlar o que no puedo entender demasiado bien. Es el caso de todas y cada una de las veces (numerosas veces) que mi familia se repite y vuelve a sacar determinado tema, cuando siento que se quedan anclados en el pasado con respecto a algo que les pasó, o cuando observo cómo se meten en mi vida sin preocuparse de lo que pienso, siento, o de que todo lo que hago a diario, además de darle muchas vueltas, lo hago desde el mayor respeto y la mayor responsabilidad que soy capaz de tener. Y, aún así, sigo sintiéndome mal de cuando en cuando, incluso cuando sé que lo que estoy haciendo es algo normal, simple y llanamente por el gran control y la elevada presión que siento que se me aplica y que se me exige permanentemente. 
No soy de las que cree que el destino está escrito o que todo sucede por una razón, pero suelo pensar que lo que ha pasado, ya es así, y que somos dueños de nuestro presente y nuestro futuro, mientras que nuestro pasado nos define. Con esta especie de filosofía trato de guiarme y de justificar todas aquellas circunstancias que he ido viviendo y que me han traído hasta este preciso instante donde escribo estas palabras, y aunque a veces no soy capaz de ver más allá de un par de días vista, trato en todo momento de avanzar, de preguntarme a mí misma cómo me siento, qué estoy haciendo y dónde espero llegar. Creo que es importante plantearse cosas a uno mismo, y también es necesario ser fiel a lo que uno cree, siempre y cuando sea algo respetuoso con respecto a los demás, pero muchas veces me fallan las fuerzas porque me faltan apoyos que aún considero vitales pese a todos los problemas que me causan. Y cuando le doy una vuelta a determinados puntos de mi vida, y no me arrepiento de nada, sé que puedo aguantar, aunque sea otro poquito más, y nunca estoy segura de qué pasará, a excepción de todas las opiniones en forma de piedras en mi camino que me colocan mis parientes, y aunque esa incertidumbre me queme por dentro, aquí estoy, tengo 23 años, soy una mujer de la que creo que puedo estar orgullosa y no paro de tratar de mejorar para algún día sentirme bien de verdad y por completo, y no sólo intentarlo.

domingo, 12 de julio de 2020

Coyuntura.

Todo cae por su propio peso, o eso se suele decir, y es tan cierto como que el peso te mata mientras lo cargas y que acaba cayendo cuando ya no tiene sentido soportar tanta carga uno solo, cuando te sientes tan hundido en la tierra que necesitas ayuda para salir.
Mis múltiples pesos me están frenando tanto como me freno yo a mí misma para no caer, para no rendirme, para no ir por la vía fácil y socorrida de la verdad. 
Esa carga apenas compartida por vergüenza, por exigencia, por el fracaso que es sentirse así, hace que mis lágrimas se hayan vuelto pesadas y amargas, que mi pecho duela al no ver cerca el fin, que las palabras no salgan igual que antes, que ya no sea capaz de mirar la vida y lo que tengo como se merece.
Y verdaderamente me asusta lo que todo este peso, esta carga no compartida, estos sentimientos encontrados y demasiado difusos como para expresarlos, puedan provocar en mí.
Soy joven para tener claro quién soy realmente, pero no tanto como para no apreciar matices que me recuerdan a determinadas personas que hubo y hay en mi vida, detalles que me remontan a polvorientos momentos guardados en el cajón de los recuerdos, palabras que salen de mi boca pero antaño fueron dichas por alguien más en mi presencia. Tal y como se dice, de niños somos esponjas que absorbemos todo lo que hay a nuestro alrededor, y quizá de adultos somos esas mismas esponjas que se van exprimiendo lentamente dejando su rastro de gotas por la vida. 
Nunca dejaremos de absorber, y nunca dejaremos de expulsar, lo importante es encontrar un equilibrio muchas veces necesario. Y nuestra forma de ser estará conformada por un cúmulo de tantas cosas que pese a las similitudes con nuestra familia, amigos, profesores, y todas aquellas personas que nos marcan y nos enseñan, la mezcolanza resultante será tal que formaremos nuestro propio ser, con altibajos, con ideas alocadas, con muchos momentos improvisados, con idas y venidas, con dudas, con arrebatos, pero siempre sintiéndonos en medio de una eterna coyuntura.

domingo, 21 de junio de 2020

Simulacro de futuro.

Entrada escrita un 27 de abril de 2020, dónde había más incertidumbre de la que hay ahora, o quizá al contrario.

No os pasa que cuando estáis hablando o termináis de hablar con alguien todo se os hace como más corto, más raro, más duro que la pantalla de cristal que os separa.
Ahora mismo todo es tan distinto, tan inquietante, tan silencioso, tan indescriptible, tan inesperado.
Echo de menos tantas cosas, y es inevitable no hacerlo porque estamos en una situación que echamos de más, que no esperábamos vivir, y no sabemos exactamente cómo afrontarla, qué sentir, por qué estamos así o hasta donde llegaremos, y eso me mata.
Echo de menos las charlas, estar con gente y sentir su calor, la sincronía de un grupo de personas riendo, hablando, siendo felices en cuerpo y alma, sin tapujos, sin distancias, sin secretos, todo natural, sólo palabras y vida.
Echo de menos los paseos, salir sin saber cuándo y cómo voy a volver, pisar la calle, correr para cruzar sin que te pillen, oír un claxon y no saber ni quién es, ni de dónde viene o si es para ti, esperar pacientemente en el semáforo mirando a las personas que están enfrente haciendo lo mismo que tú, escuchando música, yendo con prisas a algún lado o simplemente paseando sin pensar, sin necesidad de un rumbo fijo más allá de la calle y nuestros propios pasos.
Y es curioso, porque a la vez que hemos perdido algunas cosas, hemos ganado otras nuevas, como salir a aplaudir a los balcones, ventanas, terrazas, y cruzar miradas y palabras con personas que sólo conocías de vista o ni siquiera, y sentirnos todos conectados pese a la distancia porque estamos todos viviendo lo mismo sin saber muy bien lo que es. Y todo se convierte en una experiencia nueva porque miras al cielo y al parque que te aguarda con su manto de margaritas, y sientes el viento en la cara, y piensas que hoy hubiera sido un gran día aunque hayan caído chuzos de punta porque cada día es maravilloso si seguimos aquí, si la lucha continúa, si somos capaces de honrar de alguna forma a aquellos que lo están dando todo y a aquellos que ya no pueden dar más de sí pero lo hacen a pesar de todo.
Y qué decir del valor que damos ahora a los libros, a las canciones, a las series, a las películas, a ese montón de aficiones que hemos desarrollado y descubierto en este tiempo, y que cuando podamos salir, después de que el mundo haya estado quieto, ellas mismas se quedarán en pausa de nuevo, esperando quizá a que volvamos a retomarlas, pero sabiendo que, pudiendo ser libres, no volveremos a estar como pájaros con las alas recogidas. 
Y el valor que daremos a las cosas será único. Un paseo, un olor, una foto, una suave brisa serán algo tan nuevo que pareceremos turistas en nuestra propia ciudad, pero realmente lo que seremos es turistas de almas, de las nuestras propias, pues tendremos que recomponernos desde dentro. Subir hasta la salida, peldaño a peldaño, sin saber muy bien qué nos espera al cruzar la siguiente puerta.
Y volveremos a crear recuerdos, vívidos como ellos sólos, como si fueran películas, aunque nunca una película ha sido capaz de llenarte e iluminarte tanto y tan profundo como lo puede hacer una persona, un lugar especial, un momento único.
Y cuando estemos con alguien, por fin, cara a cara, las palabras nos saldrán a borbotones, sin control, sin freno, y recordarás lo maravilloso que es sentirse escuchado, cantar juntos en armonía, y que tus suspiros no acaben en el vacío, y las preguntas tengan al fin alguien que las responda.
Y recibir al verano este año será algo único, pues habrá llegado casi sin querer. Y seremos mucha menos gente los que seguiremos en marcha, y todos tendremos muchas más preguntas que respuestas en la cabeza, pero creo que sabremos bien lo primero que tenemos que decirnos, y que se puede resumir en dos palabras, muy importantes, de mucho peso: te quiero. O en una, sencilla, simple, básica, llena de calidez: gracias.

domingo, 14 de junio de 2020

Humanos.

Una cosa que nos solemos decir unos a otros es que no podemos llevar el peso del mundo sobre nosotros mismos.
Que tenemos que compartir la carga. 
Que hay que desprenderse en la medida de lo posible de todo aquello que no nos aporte nada más que malos momentos y nos traiga recuerdos díficiles.
Que hay que liberarse para poder ser libres.
Que hay que avanzar para que las cosas avancen.
Y mira, todo eso suena muy bonito pero poco tiene que ver con la realidad que afrontamos a diario. 
Y con esto no quiero decir que no sea verdad pero, como todo, depende de la perspectiva y de la persona.
Porque la carga muchas veces es más pesada de lo que uno cree y más grande de lo que uno muestra y comparte. 
Y esa necesidad de guardarnos parte de todo ello para nosotros mismos hace que no resulte tan fácil como suena el desprenderse de aquello que nos angustia, que nos encoge el corazón, que nos hace llorar y sentir apesadumbrados, que nos dejó cicatriz.
¿Cómo te liberas de ti mismo? Porque todo, lo bueno y lo malo, lo hondo y lo superficial, lo oscuro y lo claro, es parte de ti, de tu ser, de tu esencia, de tu piel. Y en este eterno y frondoso camino que todos seguimos para conocernos, entendernos y liberarnos, nada es seguro, hay muchas dudas, miedos y pasos en falso, y parece una eterna cuesta arriba repleta de nubes que nos impiden ver el sol que brilla en la cima.
¿Cómo avanzas cuando no sabes hacia dónde? Porque las personas nos acomodamos al paso de aquellos que se cruzan en nuestro camino, y nos servimos de guía mutua, y nos apoyamos y cuidamos, pero la decisión de avanzar y ascender es únicamente nuestra, y lleva un proceso de introspección importante y muy necesario.
Es muy fácil decir aquello que creemos conveniente, pero no resulta tan sencillo ponerse a hacer lo que uno mismo necesita, incluso cuando sabes que es el mejor camino a seguir. Somos cabezotas, tercos, obstinados, caprichosos, y condescendientes con aquello que se refiere a nosotros mismos y a nuestro bienestar porque creemos poseer la verdad absoluta acerca de todo aquello que tiene que ver con nuestra vida y nuestras decisiones, y nos cuesta mucho salir de ello. 
Quizá por eso todo lo que nos dicen nos suena lejano, difiere de lo que pensamos, y nos hace pensar que no nos conocen, pero la realidad es muy distinta. Ni uno mismo tiene toda la razón ni el resto puede aconsejar a la ligera, esto es un trabajo para más de una persona, e incluso para más de dos. 
Hay que pelear por lo que uno quiere, hay que saber cuando pedir ayuda y cuando parar en seco. Hay que saber reconocer que nos equivocamos, hay que asumir que todo lo que nos pasa es algo que no se puede cambiar y aceptar que es algo que no va a irse jamás, aunque puede que con el tiempo sí deje de ser una parte central de nuestras vidas. Hay que agradecer e intentar seguir aquellos consejos que vienen de personas que nos quieren, siempre y cuando nos sintamos capaces de ello. Hay que otorgarnos a nosotros mismos el beneficio de la duda, al igual que darnos margen para cometer errores y no avergonzarnos por ello. Hay que ser humanos. 

sábado, 6 de junio de 2020

T' estimo

Llevamos unos meses muy raros, ajenos a lo que iba a pasar pero compartiendo el mismo sentimiento de incertidumbre en el corazón. Todo este tiempo en casa me ha servido para darme cuenta de los pequeños detalles y las grandes personas que tengo en mi vida, y esta entrada va dedicada a todos vosotros, individual y grupalmente. Espero que estéis donde estéis, os encontréis bien, os pueda sacar una sonrisa y os haga sentir un poco mejor. 

Me acuerdo de ALEJANDRA cuando disfruto de una buena pieza de orquesta, cuando envidio el saber tocar un instrumento y ser feliz gracias a ello, y cuando leo un buen libro. 🎶 Sirenas.
Me acuerdo de ANA (CORO) cada vez que escucho a Rayden, y a Bely, cuando vuelvo a esas míticas cenas de coro de los primeros años, cuando pienso en aquella época en la que una mirada era nuestra única pista para adivinar quién iba a hacer la voz alta y la baja de soprano, cuando tengo ganas de ir al cine a ver alguna cosilla y porque nos debemos ir de concierto. 🎶 Muie Rendera.
Me acuerdo de ANDREA (DNS) con cada puesta de sol, con cada audio de medio hora mínimo, con cada copa, con los gofres de burbujas y con cada canción a gritos vivida con intensidad. 🎶 Ni la hora.
Me acuerdo de ANDREA (BUCARAMANGA) cada vez que bebo sidra, cada vez que me pongo mis pulseras antes de salir, con lo mucho que tenemos en común, cuando tengo un concierto con alguno de mis coros y sólo pienso en mandarle algún audio/vídeo, y cuando escucho a alguien con acento colombiano y soy consciente de lo mucho que me gusta cómo suena. 🎶 La piragua.
Me acuerdo de ANDREA PELIRROJA con cualquier cosita de Harry Potter, cuando oigo a un perrete ladrarme como hace Zippo y cuando tengo mucho dentro pero no soy capaz de sacarlo. 🎶 Me equivocaría otra vez.
Me acuerdo de ÁNGELES y de DIEGO con su manía de arrastrarme a tomar algo después de los ensayos, con nuestros pinitos en el mundo de la Zarzuela, con nuestra idea de crear un grupo y cantar en bodas que nunca llegó a salir, y cuando pienso la familia coral que éramos. 🎶 Cantique de Jean Racine.
Me acuerdo de ANX cuando me tomo un té por la tarde, con las ballenas y los peluches, cuando echo de menos no ser la única que habla mogollón, cuando pongo musicote y cuando me salta algo del horóscopo. 🎶 La tortura.
Me acuerdo de CARMEN cada vez que como cacahuetes y palomitas, cada vez que veo algo de maquillaje, con las historias de miedo y nuestros madrugones en Barcelona. 🎶 Born to die.
Me acuerdo de CIBEA cuando me sale la vena química, cuando leo algo escrito con letra bonita y cuando veo post-its chulos. 🎶 20 de abril.
Me acuerdo de CLAUDIA cada vez que veo una llama o una alpaca, cuando entro en una papelería y veo la cantidad de cosas chulas que hay y cuando me cruzo con perretes por la calle. 🎶 Ser y estar.
Me acuerdo de MIS COROS, y de todos mis amigos y compañeros que pertenecen a ellos, cada vez que canto algo sola pero siento sus voces a mi alrededor arropándome, cada vez que hojeo una partitura o un libro de canto, cada vez que escucho algo que hemos ensayado/cantado, cuando vuelvo a alguno de nuestros viajes y cuando llega la hora de ensayar (20:00) pero sigo en casa sin saber cuándo podré volver a hacerlo. 🎶 O sacrum convivium.
Me acuerdo de ELISA cada vez que escribo una entrada, cada vez que escucho Mägo de Oz, cada vez que veo algo de terciopelo o estrafalario y cada vez que entro en una librería. 🎶 La costa del silencio.
Me acuerdo de GLASGOW, y de toda la gente que tuve la suerte de conocer allí, cada vez que me da por mirar el trillón de fotos que hice a todo, cada vez que me apetece hacer otro escape room, con la comida italiana y la griega, cuando miro al horizonte infinito, cuando me apetece hacer excursiones los fines de semana, cuando paseo por algún parque, cuando veo Escocia en la televisión y con las inmensas ganas de volver y de poder ir a visitar a cada persona que conocí allí o dónde estén ahora.  🎶 Sign of the times.
Me acuerdo de IRENE cada vez que escucho a Kase.O, de MARÍA cada vez que me tomo un café, de DANI y su sentido del humor, y de ANA y su maxi furgo que era igual que es vosotros, sencillos y únicos. 🎶 Quarter past midnight.
Me acuerdo de IVÁN con tantas cosas (y él sabe muy bien que son un montón) que, si las enumerase, esta entrada sería sólo suya. 🎶 Mariposas. 💕
Me acuerdo de JORGE cuando me da por ponerme modo fitness y con la película Frozen. 🎶 Merlí.
Me acuerdo de LUCAS cuando leo poesía, cuando pienso en Merlí y en filosofía, con los elefantes, cuando escucho a Melendi y al ver imanes chulos. 🎶 Caminando por la vida.
Me acuerdo de LUCÍA cada vez que como algo dulce, veo vídeos de recetas de postres, y cuando el aire huele a piscina y aftersun. 🎶 Pajaritos en el aire.
Me acuerdo de NASIM mientras estudio, cuando tengo ganas de dar un paseo por el campo y perderme y con LODVG. 🎶 María.
Me acuerdo de PABLO cuando aún no me hago a la idea de que estuve en su Ecuador natal, cuando pienso en arepas sin haberlas llegado a probar nunca, cuando escucho alguna ranchera/tonada y cuando me pongo a bailar. 🎶 Sigo siendo el rey.
Me acuerdo de PAULA gracias al Pokémon, al inglés, a los memes, a Destripando la historia, cuando usamos Twitter como refugio, con cada cosita de GoT y cuando me tomo una cerveza. 🎶 Hijo de la luna.
Me acuerdo de PAULA (UNI) cada vez que escucho algo de Outlander, cuando me apetece dar algún paseo por la montaña, cuando pienso en los exámenes de la universidad y cuando sé que las casualidades existen. 🎶 Feo, fuerte y formal.
Me acuerdo de PELAYO cada vez que veo algún artículo friki, cada vez que pienso en el mundo del cosplay, con cada tema de ABBA, con Doctor Who y con los looks extravagantes. 🎶 Lay all your love on me.
Me acuerdo de PORTY cada vez que empiezo una serie nueva, cuando escucho Bohemian Rhapsody, y cuando hablan de gente mayor (sorry). 🎶 Mi gran noche.
Me acuerdo de mi PREE con cada canción de Amaral, cuando veo algo de Pusheen, cuando extraño los cafés improvisados, cuando releo por enésima vez En busca de Sky y cuando vuelvo por un instante a Portugal y sus calles. 🎶 500 vidas. 💙
Me acuerdo de RAÚL cuando estoy con mis gatos, cuando me aparecen cositas de dados, con mis peluches y cada vez que entro en Twitter. 🎶 Señoras bien.
Me acuerdo de ROO con cada canción de Carlos Sadness, con El principito, comiendo un buen helado de Diego Verdú o unos barquillos y cada vez que entro en el Salesas. 🎶 Bikini. 💛
Me acuerdo de SAMI cuando me pinto las uñas, cuando veo algo de Zelda y cuando mi padre me dice que tengo que ver Alien. 🎶 I love it.
Me acuerdo de SARA y MIGUEL cada vez que me apetece ponerme modo cocinillas, cuando tengo antojo de jugar a juegos de mesa, cuando intento entender el mundo de los videojuegos y cuando soy incapaz de parar de comprarme libros y más libros. 🎶 L' Amour toujours.
Me acuerdo de SEGOVIA, y de todos los que tengo allí, cada vez que se acerca el verano, con las infinitas ganas que tengo de ir y sentir algún día que podré quedarme sin una fecha límite, con las noches eternas, las lluvias de estrellas, el salir a tomar algo sin preocupaciones, la nieve, el amor, las fiestas, la piscina, el sol, la vida. 🎶 Hacia lo salvaje.
Me acuerdo de SERGIO (LG) cuando tomo vino blanco, cuando veo un diseño chulo y cuando oigo a un coche pasar con la música a tope. 🎶 Lola Bunny.

Os quiero 💚

jueves, 7 de mayo de 2020

Pandora.

Aunque muchas veces pueda parecer que no callo, guardo mucho más de lo que uno puede pensar.
Guardo conmigo todos aquellos secretos que la gente me cuenta y que la confianza que ellos han depositado en mí me hace ser consciente de lo importante que es lo que sé.
Guardo muchos pensamientos esporádicos que me atraviesan la mente sobre mí, mis inseguridades, mis miedos, mis ideas revolucionarias o más bien alocadas, mis secretos, mis malos y buenos momentos.
Guardo palabras dichas hacia mi persona con o sin previo pensamiento, fruto de arrebatos, de halagos, de peleas, de dudas, de preguntas, de silencios.
Guardo a mucha gente que ha compartido camino conmigo, y que quizá ya no siguen pero me sacan una sonrisa, y a todos y cada uno de los que siguen conmigo y me dan fuerza y seguridad.
Guardo canciones enteras, de arriba a bajo, con su ritmo, su tono, el baile que me provocan, el mejor recuerdo que tengo de ellas, las personas a las que me remontan, los lugares donde las descubrí.
Guardo imágenes nítidas y vívidas de lugares maravillosos que he tenido la suerte de pisar, y que si cierro los ojos aún soy capaz de sentir a mi alrededor la suave brisa, el olor del mar, alguna melodía sonando por el aire, algún rostro con quién me crucé.
Guardo citas de mis libros favoritos, datos curiosos y diálogos completos de películas que a veces no tienen mucho sentido y que pueden sacar de los nervios a alguien.
Guardo paseos junto a personas especiales, la sensación de sentir una mano más grande, más suave y más fuerte cogiendo la mía, pasos acompasados.
Guardo abrazos dados, cálidos, grandes, cariñosos, emocionantes y eternos, y guardo también abrazos sin dar, impacientes, llenos de amor y de ganas, sinceros.
Nosotros mismos somos nuestras cajas de Pandora particulares y está en nuestra mano decidir que sacamos de ella y cuándo, o si debemos cerrar con llave y tirarla lejos. 

sábado, 2 de mayo de 2020

Hálito.

¿Conocéis esa sensación de que por mucho aire que inhales nunca parece suficiente? 
Cada respiración parece demasiado corta, demasiado vacía, como un suspiro.
Y todo te da vueltas, y a todo le das vueltas y acabas tan mareada que la unidad solución es parar conscientemente para que el subconsciente siga con lo suyo.
Y se te pasan por la cabeza un montón de cosas, casi todas raras, tristes, fugaces, y tienes ganas de gritar pero no puedes, y tienes ganas de correr pero no tienes adónde, y tienes ganas de llorar y no puedes dejar de hacerlo.
Y todo se reduce a cenizas emocionales, a montones de pañuelos, a entradas con las que esperas que alguien te entienda cuando tú misma no eres capaz, a tentativas de mensaje que acaban en preguntarte si tiene algún sentido la confianza mutua cuando tú sólo recibes pero no das porque te asusta todo lo que puede salir de ti, porque a la gente no le encaje lo que sientes con lo que transmites, porque no quieres que nadie se sienta mal salvo tú.
Y respiras de forma pesada, calmando esos pulmones cansados de horas y horas así, y mientras tratas de pensar que como todo, esto pasará.
Y te miras al espejo, a la cámara del móvil, sabiendo que haces mal, pues el reflejo que recibes es tan deprimente que sientes que vuelves a empezar.
Y piensas en un montón de cosas, y te centras en todo aquello que te hace feliz, y en todos aquellos que lo consiguen, y lloras por tenerlos lejos, y porque cuando lean esto se sentirán mal, pero quizá asuman que no es culpa suya, ni mía, soy así.
Algunos se tragan el orgullo, yo me trago las crisis diarias, la ansiedad. 
Y claro que desbordo, y claro que acabo hablando con alguien, y me siento muy bien cuando lo hago, cuando entiendo que hay muchos factores para todo lo que siento, que en un futuro próximo algo cambiará y espero que eso me ayude, aunque también deba cambiar yo para adaptarme.
Respiro profundamente, al final todo se basa en ello. 
Necesito deciros gracias y lo siento a los que de alguna forma lleguéis aquí, y también necesito deciros que os quiero.

viernes, 10 de abril de 2020

Corten.

Nombres.
El mundo está plagado de ellos.
Nombres de cosas, nombres de sitios, nombres de personas.
Listas infinitas de nombres en tus contactos. Algunos con pistas para saber quiénes son, quién te los presentó o el lugar que os unió. 
Listas de nombres que subes y bajas con la esperanza de que uno de ellos ilumine tu oscuridad, abra el mensaje desesperado y tembloroso y decida no huir. 
Escribes. Paras. Borras. Suspiras. Vuelves a empezar.
Sabes que la otra persona no te dirá que eres una pesada, o que no se quejará de la hora intempestiva de tu llamada de auxilio.
Pero no hay tal llamada.
Pantalla a punto de ser bloqueada.
Vuelves a estar frente a la lista, esta vez el convencimiento es mayor y sabes que para estar bien debes hablar con alguien, pues es lo que tú les dices una y otra vez a los de tu alrededor.
Que estás para ellos, que cualquier cosa siempre estás, que no importa el momento. Casi eres un autómata de los sentimientos ajenos. La mezcla de la empatía aplastante que te domina y de las hormonas revolucionadas hace que, pese a todo, aún habiendo ayudado a quién ha acudido, te hundas aún más, como si su experiencia fuera tuya, en tu propia carne, al mismo ritmo ventricular.
Respiras. Suspiras. Nada ha cambiado. Bueno, algo sí, ya no estás llorando. Tus emociones siguen tan exaltadas como tu cuerpo tras esta cuarentena que es física pero no psíquica, pues el mundo puede parar, tú puedes parar, pero tu cabeza siempre va a ir a un ritmo tan incesante que a veces te duele, te ciega, te desorienta, te quiebra.
Luego, la nada, el silencio, las mismas cuatro paredes, el mismo día una y otra vez.
Has conseguido callar tus pensamientos, o al menos silenciarlos, sola, sin acudir a nadie por temor a lo que piensen, sobre todo a molestar.
¿Hasta cuándo aguantarás esta vez? El agujero de tu pecho se está volviendo cada vez más oscuro y más profundo, casi como un agujero negro.
Sonríes pensando que sería lo ideal, que te absorbiera para que la gente de tu vida pudiera encontrar la armonía sin el sonido chirriante de tu tenso compás. 
Suspiras una última vez. Todo lo que tenías que sentir está plasmado en este puñado de palabras, aunque ningún sentimiento ha sido revelado.
Una vez más, siempre va a haber otra vez más. La espero mientras amortiguo todo ello con alguna sátira que me haga desconectar conectando a la única red que nos sostiene estos días, Internet. 
Nombres. Todo tiene uno, todos tenemos uno. Pero qué difícil es poner en mis labios los nombres correctos, encontrarlos y dejar de vivir así. 
Pausa. Silencio. Final del día. Corten.

domingo, 8 de marzo de 2020

Zozobra.

A veces tengo momentos en los que no sé lo que siento, no sé lo que pienso, no sé lo que digo, no sé lo que hago, no sé lo que quiero, no sé lo que soy.
No sé si siento lo que los demás, si mi confusión es normal, si me sentiré plena alguna vez.
No sé si mis ideas siempre fueron tal caos, si esta presión en el pecho dejará de acompañarme algún día, si alguien realmente se interesará por lo que yo intento expresar con mis actos y que habitualmente mis atropelladas palabras no reflejan, si cantar será siempre una buena solución o algún día se me apagará la voz igual que merman mis fuerzas.
No sé si mis palabras son mías o reflejan algo que oí, leí o me dijeron.
No sé si mis actos son mi decisión, si lo que hago o no hago viene condicionado por lo que puedan pensar en casa, en mi entorno, o yo misma, si estando sola me comportaría de otra manera, si me estoy perdiendo demasiado por mi forma de actuar o por no hacer lo que quiero pero sí lo que se espera de mí, si temo más las consecuencias que los actos y me escondo tras mi rostro impostor impuesto.
No sé si las cosas que me gustan son gustos propios o sociales, si tanto amor desinteresado algún día dejará de pasarme factura, si me querré tal y como soy interna y externamente o perpetuaré mis complejos con autoinsultos silenciosos.
No sé si acabaré siendo algo de lo que me pueda sentir orgullosa, si tanta bondad sirve para algo más que para que los demás acudan a mí sabiendo que la negativa es improbable y el favor es habitual, si mi capacidad resolutiva y organizativa servirá para algo más que para cosas banales que no me generan ningún beneficio pero sí mucho aprecio, aprecio que termina cuando vuelvo a ser la persona aburrida que nadie parece entender.
No sé si seré capaz de hacer que la gente vea que mi estar triste no es lo mismo que mi estar enfadada, que no siempre voy a ser luz, que también me canso, me rindo, me harto y exploto, y que no por eso soy menos yo, quizá es cuando soy más yo que nunca, aunque todos se alejen de mí teniendo unas represalias que sólo llegarían en forma de lágrimas frustadas.
No sé si estoy hecha para esto, si alguien va a ser capaz de seguir mi paso rápido pero pesado con todas y cada una de las cargas que llevo encima, con cada una de las culpas que me achaco, con cada herida sin cerrar que me reconcome y me duele casi como el primer día. 
Sólo sé que no sé nada, y eso me asusta casi tanto como llegar a saberlo algún día.