FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

viernes, 10 de abril de 2020

Corten.

Nombres.
El mundo está plagado de ellos.
Nombres de cosas, nombres de sitios, nombres de personas.
Listas infinitas de nombres en tus contactos. Algunos con pistas para saber quiénes son, quién te los presentó o el lugar que os unió. 
Listas de nombres que subes y bajas con la esperanza de que uno de ellos ilumine tu oscuridad, abra el mensaje desesperado y tembloroso y decida no huir. 
Escribes. Paras. Borras. Suspiras. Vuelves a empezar.
Sabes que la otra persona no te dirá que eres una pesada, o que no se quejará de la hora intempestiva de tu llamada de auxilio.
Pero no hay tal llamada.
Pantalla a punto de ser bloqueada.
Vuelves a estar frente a la lista, esta vez el convencimiento es mayor y sabes que para estar bien debes hablar con alguien, pues es lo que tú les dices una y otra vez a los de tu alrededor.
Que estás para ellos, que cualquier cosa siempre estás, que no importa el momento. Casi eres un autómata de los sentimientos ajenos. La mezcla de la empatía aplastante que te domina y de las hormonas revolucionadas hace que, pese a todo, aún habiendo ayudado a quién ha acudido, te hundas aún más, como si su experiencia fuera tuya, en tu propia carne, al mismo ritmo ventricular.
Respiras. Suspiras. Nada ha cambiado. Bueno, algo sí, ya no estás llorando. Tus emociones siguen tan exaltadas como tu cuerpo tras esta cuarentena que es física pero no psíquica, pues el mundo puede parar, tú puedes parar, pero tu cabeza siempre va a ir a un ritmo tan incesante que a veces te duele, te ciega, te desorienta, te quiebra.
Luego, la nada, el silencio, las mismas cuatro paredes, el mismo día una y otra vez.
Has conseguido callar tus pensamientos, o al menos silenciarlos, sola, sin acudir a nadie por temor a lo que piensen, sobre todo a molestar.
¿Hasta cuándo aguantarás esta vez? El agujero de tu pecho se está volviendo cada vez más oscuro y más profundo, casi como un agujero negro.
Sonríes pensando que sería lo ideal, que te absorbiera para que la gente de tu vida pudiera encontrar la armonía sin el sonido chirriante de tu tenso compás. 
Suspiras una última vez. Todo lo que tenías que sentir está plasmado en este puñado de palabras, aunque ningún sentimiento ha sido revelado.
Una vez más, siempre va a haber otra vez más. La espero mientras amortiguo todo ello con alguna sátira que me haga desconectar conectando a la única red que nos sostiene estos días, Internet. 
Nombres. Todo tiene uno, todos tenemos uno. Pero qué difícil es poner en mis labios los nombres correctos, encontrarlos y dejar de vivir así. 
Pausa. Silencio. Final del día. Corten.