FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

jueves, 24 de mayo de 2018

Parole.

Las palabras que más duelen son aquellas que no llegan a pronunciarse, que se atascan en el nudo de tu garganta y que finalmente se escapan como suspiros.
Las que no se escriben, o que, una vez escritas, no se llegan a leer porque no se les da oportunidad para ello. 
Esas que no salen como esperabas, si no a trompicones y golpes, y casi seguro sin demasiado sentido ni forma, pero que son sinceras como pocas.
Aquellas que dan vueltas para morir igual que nacieron, en tu cabeza, y que al final fueron sólo pensamientos.
Palabras ajenas que no te llegan directamente, si no que te alcanzan a través de terceros, e incluso de quintos, sextos, décimos..., pero al tener que ver contigo, se hunden en ti profundamente, y duelen, perforan, entristecen, se clavan como profundos puñales que no puedes sacarte porque se extienden y no cesan de ramificarse.
Palabras que llevan tanto tiempo pensadas y guardadas que cuando llega la ocasión de soltarlas, carecen de sentido, pues no sirven para arreglar nada, sólo para remover el pasado.
A veces las palabras tornan en armas arrojadizas que surgen cuando el daño y el odio superan a la razón, y su devastación acaba causando tanto dolor al receptor como al emisor.
En otras ocasiones se convierten en palabras sanadoras, de consuelo, apoyo, cariño y fuerza. Estas son poderosas, pues están hechas de luz y vida, y son guerreras y únicas pues nacieron para llegar a los corazones más solitarios y vacíos y establecerse allí. Forjan vínculos únicos e invisibles entre el origen y el destino. Son fruto de múltiples relaciones que quizá no son las más habituales ni las más comprensibles, pero sí las más estrechas y duraderas.
Palabras rítmicas, esas que te aprendes casi sin querer, que mueven cada una de tus células, que te hacen bailar como si no hubiera nada más. Las conocemos como canciones, en realidad son pedacitos de alma, de sentimientos, que apenas nos rozan ya no pueden parar puesto que se impregnan mutuamente ambas esencias.
Pero para mí las mejores son las que no hace falta ni tan siquiera pronunciar, las que se encuentran en una mirada especial, en un gesto común, en una imagen que te llena de recuerdos, en una melodia que sonaba en ese momento, o en un abrazo cálido y sincero.
Palabras cuyo origen es la comisura de una sonrisa pícara, inocente, y que saben muy bien para quién van destinadas, y cuyo fin es otra sonrisa.
Palabras escritas en efímeros formatos, que cuesta que salgan pues pocas veces sabemos qué decir cuando tenemos demasiado para contar, que pesan pues son algo denso y profundo, que inspiran al verse reveladas al fin, que vuelan tras un ligero testimonio en busca de su testigo.
Y pese a conocerlas y reconocerlas tan bien, apenas sabemos una ínfima parte de ellas, pues una vida no es suficiente para leerlas, escribirlas, tararearlas, pensarlas, darles forma o simplemente pronunciarlas.
Aún así, sabemos lo más crucial de todo, lo que verdaderamente cuenta: nosotros somos palabras.