FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Soliloquio.

A menudo me encuentro a mí misma preguntándome cosas trascendentales como, por ejemplo: ¿soy una cobarde? ¿Actúo con raciocinio y con lógica o actúo con miedo ante las diversas circunstancias y situaciones que me presenta la vida? Acorde a estas dudas, llevo unas semanas pensando en una situación de mi infancia la cual creo que es un buen ejemplo acerca de cómo responderme a mí misma a estas preguntas: 

Cuando era pequeña, me daba bastante miedo quedarme sola en casa (cosa que ahora agradezco cuando sucede). Una vez, mi hermano mayor sacó a pasear a nuestro perro y me dijo que volvería en 5 minutos y que podía mirarle por la ventana mientras daban el paseo. A los 2 minutos (o incluso menos) de que hubiera salido de casa, estaba tan enormemente nerviosa que no sabía qué hacer: salir a buscarle, llamarle por la ventana, quedarme y aguantar hasta que volviera... Porque el poder verle en la calle no me servía para calmarme, sólo me hacía recordar que no estaba conmigo en casa aunque fueran 2 minutos. Así que lo que hice fue algo drástico que fue salir de casa (obviamente sin llaves porque no tenía con esa edad), observé como se cerraba la puerta y cuando se cerró tuve un miedo aún mayor: el miedo de no poder volver a entrar en casa. Y, por tanto, ya no estaba únicamente sola sino que estaba desprotegida. En ese momento lo único que se me ocurrió hacer fue ir a ver a los vecinos que por aquel entonces me cuidaban, llamarles a la puerta con la esperanza de que estuvieran en casa y ver qué podría hacer a partir de aquello. Entonces subí en ascensor hasta su piso y ahí estaban, me recibieron extrañados porque no contaban con verme pero con una sonrisa como siempre hacían. Y me calmé al instante sabiendo que estaba acompañada y segura de nuevo. 

¿Fui una cobarde? Quizá, seguramente sí. Pero lo afronté de la mejor manera que supe hacerlo en ese momento dadas las circunstancias y además cuento con una buena anécdota para contar. 

Volviendo a una parte de la historia, a día de hoy adoro estar sola en casa siempre que puedo para tener un momento para mí, para pensar en mis cosas, para mimarme, para agradecer todo lo que puedo hacer y puedo no hacer cuando estoy sola, pero sin tener que preguntar a nadie, sin tener que dar explicaciones, sin tener que sentirme mal o bien, como siempre y como todo en la vida que nos genera dudas y situaciones. Acerca de todo nos preguntamos qué está mal y qué está bien. 

No sé si actuar así es algo que me he transmitido a mí misma a lo largo del tiempo y cada vez que me enfrento a una situación del estilo a esa historia hace que me plantee qué está mal y qué está bien en lugar de decidir qué es lo que yo quiero y lo que yo no quiero. Así que, ¿se puede decir que soy una cobarde por ello? O simplemente es cómo he aprendido a ser, es cómo he aprendido a sobrevivir, es cómo he aprendido a sentir, un poco sentir sin sentir. 

No estoy muy segura de si mis decisiones hasta la fecha han sido acertadas o no. Sé que soy una luchadora porque siento y comparto conmigo misma muchos momentos en los cuales he tenido que tomar algunas decisiones que pueden haberle gustado más o menos a mi entorno para las cuales no consulté a los mismos sino que he tenido que decidir rápidamente y únicamente yo lo que debía hacer.

Tampoco sé si eso me convierte en alguien valiente porque, ¿qué es ser cobarde y qué es ser valiente? Muchas veces la cobardía se asocia a la debilidad pero alguien puede ser cobarde y ser fuerte, lo suficientemente fuerte como para tomar decisiones que a lo mejor se ven como algo ínfimo, o como algo que no es trascendental pero que para esa persona sí puede serlo mientras a ojos de los demás no. 

Se nota que no sé exactamente muy bien dónde quiero llegar con todo esto. como en casi todas las entradas que escribo en este blog, pero creo que es importante que no sólo nos preguntemos cosas a nosotros mismos sino que sepamos darnos respuesta antes o después (no tiene por qué ser el mismo día que te preguntas algo). Y no tiene por qué ser una respuesta inmediata o definitiva. Ni siquiera tiene por qué satisfacer las necesidades de nadie, ni siquiera las tuyas. Solamente tienes que ser capaz de vislumbrar aquello que has hecho y aquello que no, y dónde te ha llevado. Y, a partir de entonces, aunque parezca que no, sabrás un poquito más cada día sobre lo que tus decisiones han hecho en ti, y lo que tus actos, valientes o cobardes, fuertes o débiles, o como sea que hayan sido, han moldeado en ti.


PD: Cuando mi hermano regresó de la calle y vio que no estaba en casa, ató cabos al ver el piso en el que estaba el ascensor y subió a buscarme.

lunes, 7 de marzo de 2022

Como una más.

A menudo me encuentro preguntándome a mí misma cómo estoy, cómo me siento, si he aprovechado el día y mi tiempo, o si necesito un respiro.
Creo que es algo bueno y que antes no hacía, evaluarme a mí misma, con mis emociones, mis pensamientos, mis necesidades, mis reproches. Calificar de alguna manera todo aquello que hago y dejo de hacer sin juzgarme, sólo tratando de conseguir un equilibrio.
Esto me lleva a pensar en hace algún tiempo, cuando aparte de no hacer nada de esto, me guardaba todo aquello que sentía, especialmente lo triste y malo, me cerraba en banda, me avergonzaba de cosas por el mero hecho de que la sociedad no las considerase correctas o dignas de compartir y conversar, o me cortaba a la hora de comportarme porque estamos en un mundo plagado de lo "políticamente correcto".
Ahora sé que soy otra persona diferente a la que era entonces. Más abierta, más espontánea, más natural, más feliz. Puede que no sea tan feliz como aparento, o como me gustaría, y puede que nunca vaya a serlo, pero no me hace falta. Me conformo con pararme a respirar, a medir mi ansiedad, a escuchar una canción que me gusta y ponerme a cantar y bailar como una loca (aunque me miren como si lo estuviera), a leer un rato y concentrarme en las palabras y en lo que provocan en mí, a saber que mi ritmo y el que impone la sociedad no van acompasados y cada vez me importa menos (pese a que siempre tenga una vocecilla por ahí que impide que sea del todo así), a mirar y fotografiar atardeceres, a sonreír y de verdad sentir alegría, a compartir un té o una caña y disfrutar de la compañía, a soltar lo primero que se me pasa por la cabeza y reírme porque soy así, a pasear a la carrera de un lado a otro como si siempre tuviera prisa por llegar a algún sitio, a escribir estas palabras para sentirme más libre y más segura, a vivir.
Y no sé cómo será el día de mañana, o mi vida dentro de un año (dichosa pandemia), pero creo que voy por el buen camino. No por el trazado, no por el elegido por los demás, no por el sencillo, ni mucho menos por el más corto. Solamente me dejo llevar, plagada de estrés, organización y planes a corto, medio y largo plazo, como una más.