FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

lunes, 28 de octubre de 2019

Soy.

Para bien o para mal, le pese a quién le pese, yo no voy a dejar de ser como soy.
Soy el caos personificado que intenta mantener el orden exterior mientras el interior se desborda incontrolable.
Soy la sensiblería contenida en un recipiente tan frágil que resulta prácticamente imposible no romperlo con afiladas palabras.
Soy la sonrisa perpetua que intenta iluminar al resto cuando en su interior la luz apenas titila temblorosa.
Soy el chorro de voz que resuena en tu alma tratando de transmitir los gritos de la mía propia.
Soy las palabras alentadoras que pretenden guiarte cuando yo misma me hallo demasiado perdida.
Soy el silencio inesperado que a todos asusta.
Soy difícil a rabiar pero intento hacéroslo tan fácil como soy capaz.
Soy de carne y hueso, de sangre, sudor y lágrimas, soy gata, carbayona y granjeña, soy sol, soy pez, soy música.

domingo, 13 de octubre de 2019

Vortex.

A menudo me asusta resultar demasiado pesada para los demás, demasiado intensa a la hora de ser como soy, demasiado entusiasta con cosas que a lo mejor para el resto son llanas.
La empatía es una de mis mayores, y mejores, características, aunque en algunos momentos sea inmensurable e incontrolable.
Yo he vivido en mi propia piel momentos que no sé si sería capaz de volver a vivir, pues aparte de la brutalidad de los sentimientos que me invadían, no era mi vivencia, sino lo transmitido hacia mi persona a modo de válvula de escape, de confesión, de desahogo.
No estoy hablando de erizarse el vello o compartir el llanto, sino más bien de sentir el dolor, la falta de aire, el cansancio, las ganas de mandar todo a la porra, de salir corriendo. Y todo eso mientras tratas de calmar a la otra parte, e intentas que siga hablando contigo, escuchando tu voz y tus consejos, como si de una suave y relajante nana se tratarán.
El problema llega cuando te absorbe el vórtice y por muy capaz que seas de discernir tu parte de la de los demás, todos los sentimientos se entremezclan en tu interior y tú no te sientes con fuerzas de avanzar, pues todo parece tan oscuro, tan profundo, tan duro.
Es entonces cuando entran en juego aquellos que te conocen tanto que parecen parte de tu ser. Ellos se encargan de mantenerte a flote, de extender sus brazos hacia ti y procurar que jamás te caigas más allá de dónde no puedan alcanzarte y ayudarte a ponerte en pie. 
El vórtice empieza a llenarse de luz, de amor, de felicidad, de agradecimiento, empatizando con las emociones que esas personas tratan de transmitirte. Y sientes que por mucha pesadez que creas que transmites, que por mucha empatía que pueda sobrepasarte, siempre habrá alguien para ti, igual que tú para ellos. Y es una de las mejores sensaciones que esta vida puede proporcionarnos.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Inefable.

Me gustaría ser capaz de no olvidarme jamás de ninguna voz que haya oído en algún momento de mi vida y que haya sido especial para mí.
Me encantaría recordar cómo es el tacto de cada mano que en determinadas circunstancias se ha agarrado a la mía, ya sea para darme fuerza, para ayudarme a caminar, para demostrarme cariño, para no sentirme sola.
Desearía que las fotos no se convirtieran en sólo instantes reflejados sobre el papel, sino que me trasladarán a aquellos lugares donde todo era efímero sin saberlo, dónde decidimos ponernos guapos y sonreír hasta el fin de los días, dónde descubrimos un nuevo paisaje, una puesta de sol única, un arcoiris espectacular.
Ojalá los abrazos no se terminasen nunca, su calor, su abrigo, su aroma, su esencia, su suavidad, su mensaje diciéndonos "aquí voy a estar siempre, sin importar lo que pase, a tu lado".
Adoraría que todos y cada uno de los besos que recibimos con amor y ternura dejasen una pequeña marca sobre la piel, como si de una peca se tratase, para que al mirarnos a nosotros mismos rememorásemos todos y cada uno de ellos, su tacto, su sabor, su color, su dulzura.
Todo lo que vivimos, lo que sentimos, lo que atravesamos, lo que deseamos, forma parte de nosotros, y muchas veces nos gustaría ser más conscientes de ello. Sería maravilloso que todo dejase su huella visible, pero al menos contamos con la invisible, con la que podemos evocar de manera discreta siempre que lo precisemos para sentirnos más vivos que nunca, más amados de lo que nunca imaginamos llegar a serlo, más acompañados que la persona mejor rodeada del mundo.

sábado, 24 de agosto de 2019

Mejillón.

Os voy a contar una historia.
Habla de aquel chico que me quiso dar un beso con los labios pintados de negro nada más conocerme, por ver qué pasaba.
De aquel que me robó un pendiente la primera vez que nos quedamos a solas para que al día siguiente fuera a recuperarlo, y aunque lo hice, nunca lo recuperé.
Aquel al que regalé un colgante muy especial para mí, un colgante que llevaba poco tiempo en mi vida, al igual que él, pero que me pareció una forma muy especial de mantenerme a su lado.
Aquel que no pensó que era de locos empezar una relación a casi 400 km de distancia y que apostó por nosotros, por él, por mí y por lo que podría pasar.
Aquel que subía, y sube, a verme, aunque no sé si más llamado por la sidra que por mí, y siempre estaba súper feliz e ilusionado, tanto que subía más rápido de lo que yo bajo allí a verle.
Aquel al que, cada vez que veo, mi corazón late con fuerza, noto un cosquilleo por todo el cuerpo, siempre me pongo nerviosa cuando voy a verle, y con quien siento que cada beso es como el primer beso.
Aquel al que aturullo con audios y llamadas, que a veces son más monólogos míos, pero que escucha con paciencia y cariño.
Aquel que al poco de estar juntos se me declaró vía Facebook, y fue un día que se me quedó grabado para siempre, teniéndolo bien guardado en mi corazón.
Aquel al que le dan venadas, y me pone tensa y expectante simplemente para decirme cosas preciosas y maravillosas que sólo le salen en determinados momentos, pero que hacen que cada día sepa más y más que esto es único y verdadero.
Aquel al que no le importaba venir a buscarme en coche las veces que hiciera falta a la calle de al lado de mi casa por ser un poquito más discretos, y que me llevó a su casa en el pueblo de al lado, a cenar al lado del acueducto, a dar un paseo por el pueblo en coche ya que yo soy más de caminar pero él no tanto, o simplemente a dar un paseo ameno escuchando canciones geniales.
Aquel que me manda cada poquito canciones que me dedica o que le gustaría que escuche.
Aquel que me ha descubierto artistas únicos e increíbles que no conocía pero que ahora me encantan y hacen que me sienta más unida a él.
Aquel chico que tiene una paciencia infinita para elegir siempre la película que vamos a ver porque yo soy muy indecisa, o no me decido lo suficientemente rápido, y casi siempre vemos una película que él ya vio, y el hecho de verla conmigo hace que sea distinto de la primera vez.
Aquel que tiene un terremoto de perrita que es súper maravillosa, un sol, es tan cariñosa y tan mimosa, igual de única y genial que su dueño, y los quiero con locura.
Aquel con el que di paseos por los jardines y me sentí súper especial y querida.
Aquel que sólo es persona los domingos por mí.
Aquel al que no le gustan las fotos pero que siempre que le pido una en momentos especiales se la ha hecho conmigo, y aunque no tengamos muchas fotos, sí que tenemos un montón de grandes y hermosos recuerdos. 
Aquel chico que me cambió y me cambia la vida.
Aquel chico al que me gusta hacer regalos cada poquito, grandes y pequeños, mientras que a él le gusta más cocinar para mí, acogerme en su casa, dejarme invadir su cuarto, y es increíble.
Aquel chico de las mil metamorfosis, y de los futuros tatuajes que ya me ilusionan hasta a mí de las veces que hablamos de ellos.
Aquel chico que me descubrió series súper geniales de las que ahora soy una mega fan.
Aquel que me regaló una tablet para poder amenizarme los viajes en bus diarios a la facultad.
Aquel que se pegó un super madrugón y un viaje enorme por venir a verme y a hacerme compañía durante mi Erasmus.
Aquel que me dijo felicidades 1000 veces en mi cumpleaños por ver mi sonrisa y darle besos de agradecimiento.
Aquel con el que siento que puedo ser yo misma, llegando a abrirme tanto que me asusta, llegando a llorar en determinados momentos, sintiéndome muy escuchada y comprendida por su parte.
Aquel que soporta mis berrinches espontáneos y los calma con mimos y vídeos graciosos.
Aquel que sonríe con cada regalo que le hago, y que le gustan porque sabe que vienen de mí y porque cada uno fue elegido cuidadosamente pensando en él, en sus gustos, en lo que me cuenta, en lo que yo ya sé.
Aquel que encaja tan bien en mi vida que a veces no sé cómo no apareció antes, y que disfruta con mis amigos al igual que yo con los suyos.
Aquel al que no le asusta ser fiel a sí mismo en todo momento y que me ayuda a que yo también sea así, con mucha paciencia porque sabe que me cuesta mogollón.
Aquel que se inventó una forma particular de decirme te quiero que quedará para la posteridad.
Aquel que pacientemente comprende que mi libertad no es la misma que la suya y jamás se queja, sólo hace que cada rato que pasamos juntos, me olvide de todo lo que me angustia y me llena el alma de paz.
Aquel chico que es verano en sí mismo, es fiesta, es alegría, es color, es calor, es magia, es algo impredecible y maravilloso.
Eres la persona que mejor me conoce sin necesidad de palabras, y te quiero y te agradezco todo lo que haces por mí y por nosotros. 

miércoles, 3 de julio de 2019

Confesiones.

Tengo 22 años pero no me siento como tal.
Cuando me miro al espejo y no sé si lo que veo soy yo o si estoy dejando que me domine la imagen barrera que no quiero pero siento que debo dar a los demás, ya no sé si para protegerme a mí o a ellos.
Cuando recibo mensajes controlando mis movimientos como si fuera una niña pequeña que no sabe a dónde va o con quién está pese a que hace tiempo que tomo su camino, al menos en uno de esos casos.
Cuando cierro los ojos como si fuera a servir para ocultarme de las tormentas, y sólo hace que las metereológicas se vuelvan algo más pequeñas, pero las internas se hagan bolas enormes que casi no me dejan respirar.
Cuando leo un libro o alguien me cuenta alguna experiencia suya y se me eriza todo el vello pues me siento en su propia piel, ya sea de papel y letras, o cálida, suave y latente.
Cuando mi capacidad para mantener secretos es legendaria pero a veces dejo que me consuma y se torne en contra de mis propios secretos pues nadie va a conocerme si no me abro hasta el cierre.
Cuando recuerdo todos y cada uno de los cumpleaños de la gente que me rodea y me vuelvo de nuevo una niña sonriente y risueña que canta cumpleaños feliz con los ojos cerrados para no ver sus ojeras y el fugaz paso de los años.
Cuando tomar una decisión supone un abismo inmensurable al cual no puedo ni debo arrastrar a nadie, y por eso me dejo caer sola.
Cuando la ansiedad me consume unos instantes y mientras trato de respirar con normalidad recuerdo todos los momentos en los cuales la vida me enseñó a respirar y por tanto a vivir, ya fuera para cantar, para no marearme, para relajarme.
Cuando siento la necesidad de volver atrás, de volver a empezar pero me asusta y recuerdo que nuestra vida no se sucede como las de los videojuegos.
Tengo 22 años, y al releer todos estos sentimientos, todas estas confesiones, esta carta que sale de mí para mí o para quién la quiera leer, creo que no hay una forma exacta que englobe lo que siento pero que mientras no me deje llevar por la confusión, así es como soy ahora.

domingo, 9 de junio de 2019

Alas y muros.

Sería algo irónico no dejar que permanezcan en nuestras vidas esas personas que pudieran darnos el mayor de los impulsos, el mejor de los apoyos. Aquellos que sentimos la necesidad de mantener a nuestro lado cada segundo, cada momento, cada día. 
Pero esas mismas personas tienen otra faceta, la de atacarnos y hundirnos, con o sin intención, sin buscarlo ni pretenderlo, sólo con su sinceridad, con su forma de ser.
Es muy irónico, un auténtico sinsentido, porque verdaderamente sí que tenemos a nuestro lado a aquellas personas que son capaces de hacer todo esto casi sin esfuerzo, de comportarse como veletas que cambian según la dirección de nuestros pasos e intenciones. Son aquellos que nos conocen como si nos hubieran parido, y en este caso concreto así es, que nos han inculcado valores, que nos han impulsado hacia nuestros sueños, que nos han llevado por el mejor camino a su modo de ver. 
Nos han ayudado a seguir hacia adelante, a encontrar nuevas aficiones, nuevos desafíos, y a la vez a mantener los pies en la tierra cuando nos los cortan de raíz. 
Resulta demasiado impensable porque la gente que nos hace daño y que nos hiere pero que no alejamos de nuestra vida en un primer momento sí que a la larga acaba desapareciendo, se acaba yendo o nosotros la acabamos echando. Pero ¿cómo puedes echar a alguien que forma parte de tu vida 100% y que se supone que hace lo mejor para ti, o al menos lo busca?
Nuestros padres son nuestras alas y nuestros muros, nuestros límites y nuestros nuevos caminos, nuestras idas y venidas, nuestros atrevimientos y nuestros miedos. Son todo lo que tenemos y conocemos la gran mayoría de nuestra vida. Le dan sentido, pero tienen el poder de quitarlo con sólo una frase tajante, una negativa, una pregunta cuya respuesta ya conoces, una mirada, una palabra, un cierre de puerta, un castigo.
Un acierto por cada mil fallos, ya sea desde su perspectiva o desde la tuya. Cada plan, cada sugerencia, siempre tiene 2 caras, la suya y la nuestra.
La cantidad de momentos únicos que nos habremos perdido por su causa es sólo comparable a todos los inolvidables que hemos podido vivir gracias a ellos, ya sea a su lado, compartiendo aficiones, películas, libros, conciertos, o al lado de nuestros amigos, pudiendo viajar, salir, vivir.
Nos ayudan a crecer, tanto literalmente como internamente, a forjarnos, a sacar lo que tenemos dentro, y por eso se suele decir que somos su vivo reflejo, ya sea aparentemente o en la forma de actuar, vestirnos, comportarnos, tomar decisiones.
Son los ángeles que nos ceden sus alas para echar a volar, y el muro que debemos escalar para llegar a ser nuestra mejor versión en la vida, y creo que nunca se lo agradeceremos bastante.