FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

sábado, 17 de noviembre de 2018

Vita.

La vida no es algo plano, simple, sencillo, lineal. 
La vida está plagada de momentos clave, de puntos álgidos, de personas que lo cambian todo para bien o para mal, de recuerdos, de canciones, de suspiros, de ideas, de emociones, de planes, de viajes, de fotos, de sueños, de tempestades, de comienzos y finales, de trabajo duro, de exámenes, de fechas, horas y días.
No es algo convencional ni sencillo de explicar.
Vivir no es nada fácil. Vivimos cada día como si fuera el último porque sabemos que algún día lo será, y aún así nos levantamos de una manera u otra para afrontar lo que nos espera, sin saber muy bien qué será, pero con ganas, con garra, con fuerza, simplemente porque es lo que toca, lo que es. 
Hay momentos que lo cambian todo, puntos concretos en la vida de cada uno que trazan nuestro camino, nuestra ruta, porque la ruta la vamos trazando día a día. 
No hay nada escrito. No hay nada planificado. No hay nada fijo.
Cada decisión, cada paso, sea en falso o sea en firme, cada vuelta atrás, cada recoveco, cada descubrimiento, cada atrevimiento, cada salto, cada caída, cada derrota y cada victoria, cada pausa. Todo es constante, un constante movimiento, un no parar al que estamos, queramos o no, acostumbrados. A todo lo que nos define, cosas que a lo mejor llegan a nosotros a través de otras personas, de un anuncio, de una canción, de un libro, de un poema, de una frase, de una carta, de una pintura, fotografía o escultura, de un paseo, nadie sabe.
Todo tiene su por qué pese a que nada esté escrito porque no hacemos nada sin motivo, incluso aunque muchas veces el motivo tarde más en llegar de lo que tardamos en decidir lo que haremos y lo que no.
Cuando empecé con esta aventura de la escritura no sabía dónde iba a llegar y aquí sigo. He escrito tantas cosas, primero porque lo necesitaba, porque todo caía sobre mí y este pequeño mundo era el fuerte que iba construyendo con cada piedra que me ponían en el camino. Ahora es algo grande, hermoso, lleno de vida en tan sólo unas pocas palabras. Y puede que no sea famoso o leído por mucha gente, puede que incluso nadie llegue a leer esto nunca pero estará reflejado, escrito, y por tanto se verá que es parte de mí, de mi camino, de mi vida, de mi ser. 
La incertidumbre plaga todo lo que hacemos pero es tan pura, tan inocente, tan por descubrir que sólo necesitamos creer y seguir, siempre, sea de pie, de rodillas, a rastras, sea despiertos o dormidos, sea felices o tristes, sea solos o acompañados.

miércoles, 31 de octubre de 2018

Lux aeterna.

Todos tenemos seres de luz en nuestras vidas.
A veces llegan antes, otras después, pero siempre acaban a nuestro lado de alguna manera.
Suelen pasar desapercibidos, ser sigilosos, pues no les gustan las grandes apariciones ni llamar demasiado la atención.
Poco a poco se van haciendo un hueco, en tu rutina, en tu vida, y especialmente en tu corazón.
No eres consciente de lo valiosos e importantes que son hasta que en los momentos más necesarios te demuestran que están ahí, para ti, sin pedir nada, dándolo todo.
Iluminándote en tus días más oscuros, guiándote cuando estás perdido y no sabes cómo seguir.
Sus abrazos son mágicos, sanan más que cualquier palabra de aliento, y su compañía es única, saben qué decir y qué no, sin necesidad de que tú tengas que indicarles.
Te conocen más que cualquiera, y son capaces de recordar detalles aparentemente insignificantes pero que para uno mismo son esenciales.
La mejor parte de todas es que esos seres de luz son así porque verdaderamente no son conscientes de su poder, y eso hace que cada acto, cada palabra, cada impulso salga directo desde su corazón, siendo de las cosas más puras que pueden tener lugar.
Su potencia es infinita, porque por cada luz que no permiten que se apague logran encenderse un poco más, vivaces, fuertes, eternos.
Y si por alguna razón llegarán a casi extinguirse, a caer, a sentir que se rinden, todas y cada una de las personas que ayudaron en su camino acudirían a prestarles su luz, guiarles, iluminarles y todo lo que haga falta, naciendo así nuevos seres de luz.
Su legado es eterno, pues muchos tienen que seguir su ruta, ya sea cerca o lejos de nosotros, pero jamás se apagan, tan solo se vuelven estrellas, de aquellas que nos gusta mirar, a las cuales pedimos deseos, la guía de todo marinero en el turbulento mar que es el día a día.

jueves, 24 de mayo de 2018

Parole.

Las palabras que más duelen son aquellas que no llegan a pronunciarse, que se atascan en el nudo de tu garganta y que finalmente se escapan como suspiros.
Las que no se escriben, o que, una vez escritas, no se llegan a leer porque no se les da oportunidad para ello. 
Esas que no salen como esperabas, si no a trompicones y golpes, y casi seguro sin demasiado sentido ni forma, pero que son sinceras como pocas.
Aquellas que dan vueltas para morir igual que nacieron, en tu cabeza, y que al final fueron sólo pensamientos.
Palabras ajenas que no te llegan directamente, si no que te alcanzan a través de terceros, e incluso de quintos, sextos, décimos..., pero al tener que ver contigo, se hunden en ti profundamente, y duelen, perforan, entristecen, se clavan como profundos puñales que no puedes sacarte porque se extienden y no cesan de ramificarse.
Palabras que llevan tanto tiempo pensadas y guardadas que cuando llega la ocasión de soltarlas, carecen de sentido, pues no sirven para arreglar nada, sólo para remover el pasado.
A veces las palabras tornan en armas arrojadizas que surgen cuando el daño y el odio superan a la razón, y su devastación acaba causando tanto dolor al receptor como al emisor.
En otras ocasiones se convierten en palabras sanadoras, de consuelo, apoyo, cariño y fuerza. Estas son poderosas, pues están hechas de luz y vida, y son guerreras y únicas pues nacieron para llegar a los corazones más solitarios y vacíos y establecerse allí. Forjan vínculos únicos e invisibles entre el origen y el destino. Son fruto de múltiples relaciones que quizá no son las más habituales ni las más comprensibles, pero sí las más estrechas y duraderas.
Palabras rítmicas, esas que te aprendes casi sin querer, que mueven cada una de tus células, que te hacen bailar como si no hubiera nada más. Las conocemos como canciones, en realidad son pedacitos de alma, de sentimientos, que apenas nos rozan ya no pueden parar puesto que se impregnan mutuamente ambas esencias.
Pero para mí las mejores son las que no hace falta ni tan siquiera pronunciar, las que se encuentran en una mirada especial, en un gesto común, en una imagen que te llena de recuerdos, en una melodia que sonaba en ese momento, o en un abrazo cálido y sincero.
Palabras cuyo origen es la comisura de una sonrisa pícara, inocente, y que saben muy bien para quién van destinadas, y cuyo fin es otra sonrisa.
Palabras escritas en efímeros formatos, que cuesta que salgan pues pocas veces sabemos qué decir cuando tenemos demasiado para contar, que pesan pues son algo denso y profundo, que inspiran al verse reveladas al fin, que vuelan tras un ligero testimonio en busca de su testigo.
Y pese a conocerlas y reconocerlas tan bien, apenas sabemos una ínfima parte de ellas, pues una vida no es suficiente para leerlas, escribirlas, tararearlas, pensarlas, darles forma o simplemente pronunciarlas.
Aún así, sabemos lo más crucial de todo, lo que verdaderamente cuenta: nosotros somos palabras.

miércoles, 28 de febrero de 2018

Evolución.

Madurar es darte cuenta de las cosas.
Madurar es pillar los dobles sentidos.
Madurar es ser capaz de ver cosas que antes no veías ocultas tras las palabras, tras los gestos, tras las miradas.
Madurar es apreciar más los pequeños detalles.
Madurar es exprimir cada instante.
Madurar es sentirse agobiado por la presión que implica tener que ser cada vez más responsable pero a la vez sentirte libre por poder ser algo más independiente.
Madurar es entender que la vida no es un camino de rosas, que no es fácil, que todo hay que trabajárselo.
Madurar es sufrir, pero también es disfrutar con cosas sencillas, con cosas que la vida te ha ido demostrando que te llenan, que te enamoran, que te ayudan.
Madurar es cuidar los unos de los otros, sin sentirte pequeño o grande, sólo saber que están para ti y tú estás para ellos, y que siempre va a ser así.
Madurar es decir adiós a muchas cosas, y hola a otras tantas. Es despedirse de personas que llevan contigo toda la vida pero que vuestros caminos llegan a su fin, a una bifurcación. Es despedirte de profesores, de compañeros. Es conocer gente nueva casi sin darte cuenta, gente que a veces está de paso, y otra gente que con muy poco tiempo a tu lado sabes que vino para quedarse.
Madurar es independizarse cuando llega el momento.
Madurar es pensar en el futuro como algo mucho más presente.
Madurar es dejar de decir "cuando sea mayor..." para decir "en unos años, ahora que ya lo soy...".
Madurar es ver ejemplos a seguir a tu alrededor y creer que puedes ser capaz de seguirlos, pero siempre siendo tú mismo.
Madurar es sentirse grande, aunque a veces la caída sea desde muy alto al sentirse así.
Madurar es ser consciente de tantas cosas a la vez.
Madurar es planificar cada instante de tu vida, de manera que todos puedan tener un poco de ti, incluido tú mismo.
Madurar es sentirse cansado a menudo, pero satisfecho por lo logrado, lo conseguido, lo hecho en un día, una semana, un mes, un año.
Madurar es querer con paciencia, con cariño, con amor. Querer como siempre te han querido, como quieres que te quieran. Es cultivar el cariño, el amor, la paz.
Madurar es ser uno mismo, es descubrir quién eres.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Dama de día.

En una de las épocas más sombrías de mi vida, fuiste la luz entre las tinieblas, ese apoyo que necesitaba, que ambas necesitábamos, y que encontramos en la otra. Y, a partir de entonces, éramos (somos y seremos) tú y yo contra el mundo, nada nos podía ni nos puede parar. 
Somos las Thelma y Louise del siglo XXI, de ciudades parejas, tan distintas que cualquiera que nos viese y nos vea no sabría por donde cogernos, y a la vez tan iguales que no necesitamos mucho para saber lo que la otra tiene en mente.
Eres valiente, eres fuerte, eres una auténtica amazona, una guerrera. 
Eres un espíritu libre porque vistes como quieres y haces lo que quieres. 
Eres una ávida lectora y aprendiz de la vida, quieres saber de todo y de todos en todo momento, y es algo que admiro muchísimo de ti. Esas ganas voraces e infinitas de conocimiento. Esas ganas de comerte al mundo antes de que el mundo te coma a ti. 
Te admiro también porque siempre tienes algo que decir, sea bueno o malo, y jamás te arrepientes de nada, y hoy en día ser así es algo duro y costoso.
Adoro tu gran imaginación, el hecho de que un fascímil se convierta en tu perfecto compañero de viaje. Este mundo compartido nuestro de adoquines insospechados y secuestrados, de arena estudiada, analizada y casi enterrada por ella. Tus disfraces con los que demuestras que de tal palo viene tal astilla, y que tu familia y tú sois gente a los que jamás se les acabarán las historias para vivir y para contar. Las comidas improvisadas, los segundos desayunos postacampada. Tus millones de faldas, cada una distinta de la otra. Tu estilazo con kimono. Tus cortes de pelo alocados con los que crees que siempre te voy a matar, y que sólo me traen de cabeza. Tus rastas y coletas de colores que son tu mayor señal de identidad. 
Por esa melena que jamás vi pero que algún día espero encontrarme. Por tu enorme grandeza que no se llega a observar hasta que se te conoce a fondo. Por hacer las cuentas de monedas extranjeras en una bañera y dormir en el hueco de una ventana. Por cantar Amaral y Mägo de Oz hasta la afonía. Por nuestros paseos por el parque tras las clases. Por los ojos en blanco con ciertas personas. Por ser única en tu especie, única y maravillosa, y nada se pueda suponer o imaginar a tu lado, tan sólo se vive. Por los autobuses y trenes cruzados. Por los audios llenos de risas, llantos e historias que espero que jamás se acaben. 
Por todo, gracias dama de noche, y de día.

domingo, 28 de enero de 2018

Corita.

Soy la que escucha, en silencio, paciente, tranquila, cada palabra, cada sentimiento, cada confusión, cada insulto, cada golpe, cada alegría y cada tristeza.
Soy la que contesta a todo de la mejor manera que puede, que empatiza, que siente, que conoce, que padece, que quiere que el resto esté bien incluso por encima de su propio bien, y que no sabe qué hacer, y que aunque le gusta aconsejar, no quiere que la aconsejen porque no quiere sentirse vulnerable y más triste aún de lo que ya se siente.
Soy la que canta, la que lo da todo, la que sube más allá de donde pensó que subiría jamás, la que intenta encontrar la armonía de todas las cosas incluso cuando la música no forma parte de ellas.
Soy la que baila sin miedo a que la juzguen.
Soy la que va por la vida con una sonrisa eterna, la que sólo tiene 2 opciones: esa sonrisa o el más profundo de los pozos.
Soy la que quiere con todas las ganas del mundo a todas las personas que quiere y tiene, y las cuida, y las ayuda e intenta hacer que se sientan ellas mismas, que se sientan orgullosas de ser como son, y de pensar como piensan, y de creer lo que creen, y de querer lo que quieren.
Soy la que tiene tanto que decir que no dice nada, la que lo escribe porque cree que es la mejor forma de soltarlo todo pero que siente que a veces no es suficiente, la que quiere gritar a menudo porque no sabe cómo expresar todo lo que la frustra y todo lo que la asusta.
Soy la que llora en momentos insospechados, la que siempre recomienda al resto que llore porque es bueno pero que se siente tonta cuando empieza a derramar más de una lágrima.
Soy la que adora los abrazos llenos de sentimientos, los abrazos largos, los abrazos cálidos, los abrazos sencillos, los abrazos profundos, los abrazos que son tan grandes que parece que te rodean por fuera y por dentro, y que no necesitan palabras, sólo ese calor, esa sencillez, ese único gesto.
Soy la que tiene una mirada triste acompañada de una gran sonrisa porque nada debe frenarnos jamás, porque puedo tener el peor día de mi vida y que con una canción, unas palabras, una entrada, un libro, voy a conseguir que me salga una sonrisa sincera y voy a querer transmitiserla al resto, y voy a desear que todos estén felices, que sean positivos, que tengan mucha energía y quieran seguir, sea como sea, hacia delante.
Soy la que no encuentra sentido a nada de lo que hace y tiene miedo a que las cosas no vayan como tienen que ir porque no todo es fácil en esta vida, no todo es sencillo, no todo es como uno quiere, y entonces eso asusta, pero si nos asusta es porque nos importa suele decirse, entonces la incertidumbre está ahí, y también estoy yo, y lo que tenga que salir, saldrá, y lo que no, no tenía por qué ser.

martes, 16 de enero de 2018

Errabunda.

Tengo la sensación de que, de una forma u otra, siempre estoy de paso.
De paso en el lugar donde estudio.
De paso en el lugar donde resido.
De paso en el lugar donde siento que verdaderamente vivo.
De paso para unos, de paso para otros.
De paso en actividades que parecían temporales y en las que ya llevo unos cuantos años.
De paso en cosas que quiero comenzar y no me arranco, sólo les doy vueltas y vueltas.
De paso en cosas que comienzo y continuo, como escribir.
De paso en la carrera en la que siento que para avanzar tengo que abrirme mi propio camino.
De paso en algunas relaciones, en algunas amistades.
De paso en algunas vidas en las que quiero hacerme un hueco, y no siempre lo consigo.
De paso en mi propia vida, sin llegar a conocerme, sin llegar a saber lo que necesito, sin llegar a odiarme y sin llegar a quererme.
Pero estar de paso no es malo. Sólo es extraño. 
Es como que perteneces a la vez a todas partes y a ninguna. 
Eres alguien que la gente reconoce, y que cuanta más gente te conoce, más parece que te reconoce el resto, pero no. 
Y cuanta más gente conoces, más pequeña te sientes porque estás muy dividida, pero la vez más llena te sientes porque todos dejan algo suyo en ti. Y, al igual que ellos hacen eso en ti, tú esperas dejar algo en ellos, una mínima e insignificante marquita, o incluso una enorme y alucinante huella. 
Lo único que me hace dudar de esta sensación de vaivén es no saber cuál será mi siguiente paso, dónde estaré próximamente, qué me llevará allí, y si volveré o no algún día.
También me pregunto cuándo dejaré de estar de paso en ciertos lugares, porque mi etapa allí ya haya acabado.
¿Qué me deparará el futuro? 
¿Qué me deparará el huidizo destino?
¿Qué me deparará el tiempo, ese que se nos escapa tan rápido que no nos damos cuenta de que está pasando?