FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

miércoles, 28 de febrero de 2018

Evolución.

Madurar es darte cuenta de las cosas.
Madurar es pillar los dobles sentidos.
Madurar es ser capaz de ver cosas que antes no veías ocultas tras las palabras, tras los gestos, tras las miradas.
Madurar es apreciar más los pequeños detalles.
Madurar es exprimir cada instante.
Madurar es sentirse agobiado por la presión que implica tener que ser cada vez más responsable pero a la vez sentirte libre por poder ser algo más independiente.
Madurar es entender que la vida no es un camino de rosas, que no es fácil, que todo hay que trabajárselo.
Madurar es sufrir, pero también es disfrutar con cosas sencillas, con cosas que la vida te ha ido demostrando que te llenan, que te enamoran, que te ayudan.
Madurar es cuidar los unos de los otros, sin sentirte pequeño o grande, sólo saber que están para ti y tú estás para ellos, y que siempre va a ser así.
Madurar es decir adiós a muchas cosas, y hola a otras tantas. Es despedirse de personas que llevan contigo toda la vida pero que vuestros caminos llegan a su fin, a una bifurcación. Es despedirte de profesores, de compañeros. Es conocer gente nueva casi sin darte cuenta, gente que a veces está de paso, y otra gente que con muy poco tiempo a tu lado sabes que vino para quedarse.
Madurar es independizarse cuando llega el momento.
Madurar es pensar en el futuro como algo mucho más presente.
Madurar es dejar de decir "cuando sea mayor..." para decir "en unos años, ahora que ya lo soy...".
Madurar es ver ejemplos a seguir a tu alrededor y creer que puedes ser capaz de seguirlos, pero siempre siendo tú mismo.
Madurar es sentirse grande, aunque a veces la caída sea desde muy alto al sentirse así.
Madurar es ser consciente de tantas cosas a la vez.
Madurar es planificar cada instante de tu vida, de manera que todos puedan tener un poco de ti, incluido tú mismo.
Madurar es sentirse cansado a menudo, pero satisfecho por lo logrado, lo conseguido, lo hecho en un día, una semana, un mes, un año.
Madurar es querer con paciencia, con cariño, con amor. Querer como siempre te han querido, como quieres que te quieran. Es cultivar el cariño, el amor, la paz.
Madurar es ser uno mismo, es descubrir quién eres.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Dama de día.

En una de las épocas más sombrías de mi vida, fuiste la luz entre las tinieblas, ese apoyo que necesitaba, que ambas necesitábamos, y que encontramos en la otra. Y, a partir de entonces, éramos (somos y seremos) tú y yo contra el mundo, nada nos podía ni nos puede parar. 
Somos las Thelma y Louise del siglo XXI, de ciudades parejas, tan distintas que cualquiera que nos viese y nos vea no sabría por donde cogernos, y a la vez tan iguales que no necesitamos mucho para saber lo que la otra tiene en mente.
Eres valiente, eres fuerte, eres una auténtica amazona, una guerrera. 
Eres un espíritu libre porque vistes como quieres y haces lo que quieres. 
Eres una ávida lectora y aprendiz de la vida, quieres saber de todo y de todos en todo momento, y es algo que admiro muchísimo de ti. Esas ganas voraces e infinitas de conocimiento. Esas ganas de comerte al mundo antes de que el mundo te coma a ti. 
Te admiro también porque siempre tienes algo que decir, sea bueno o malo, y jamás te arrepientes de nada, y hoy en día ser así es algo duro y costoso.
Adoro tu gran imaginación, el hecho de que un fascímil se convierta en tu perfecto compañero de viaje. Este mundo compartido nuestro de adoquines insospechados y secuestrados, de arena estudiada, analizada y casi enterrada por ella. Tus disfraces con los que demuestras que de tal palo viene tal astilla, y que tu familia y tú sois gente a los que jamás se les acabarán las historias para vivir y para contar. Las comidas improvisadas, los segundos desayunos postacampada. Tus millones de faldas, cada una distinta de la otra. Tu estilazo con kimono. Tus cortes de pelo alocados con los que crees que siempre te voy a matar, y que sólo me traen de cabeza. Tus rastas y coletas de colores que son tu mayor señal de identidad. 
Por esa melena que jamás vi pero que algún día espero encontrarme. Por tu enorme grandeza que no se llega a observar hasta que se te conoce a fondo. Por hacer las cuentas de monedas extranjeras en una bañera y dormir en el hueco de una ventana. Por cantar Amaral y Mägo de Oz hasta la afonía. Por nuestros paseos por el parque tras las clases. Por los ojos en blanco con ciertas personas. Por ser única en tu especie, única y maravillosa, y nada se pueda suponer o imaginar a tu lado, tan sólo se vive. Por los autobuses y trenes cruzados. Por los audios llenos de risas, llantos e historias que espero que jamás se acaben. 
Por todo, gracias dama de noche, y de día.