FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

miércoles, 20 de julio de 2016

Alegría amarga.

Dos palabras tan opuestas que expresan un sentimiento muy común en nuestras vidas, aunque a veces deseemos no llegar a sentirlo pues es incómodo, complicado, triste, un quebradero de cabeza en toda regla.
Nos alegramos de las cosas buenas que suceden a nuestro alrededor. Cuanto más cerca nuestro, y más queremos a las personas implicadas, más nos alegramos de que les sucedan cosas que cambian su vida, o que simplemente hacen que la que hasta ahora vivían mejore notablemente.
Pero hay cosas buenas que pese a que nos sintamos bien porque sucedan, a la vez nos molestan en cierta medida, algunas veces más, otras veces menos, pero casi siempre dejan un regusto desagradable en nuestro interior.
El por qué de esta clase de reacción ante ese hecho puede tener muchos orígenes y causas. A veces es envidia de que esa persona haya logrado algo que tú no. A veces es tristeza debida a que en tu caso no se ha llegado a dar la ocasión de que te suceda algo así. A veces es enfado porque no entiendes qué te pasa a ti para no tener lo que esa persona tiene. A veces es confusión, pues te preguntas qué pasaría en el caso de que eso te hubiera ocurrido a ti, y te frustra no poder responderte a ti misma pues no estás viviéndolo.
Lo verdaderamente importante, sin duda alguna, es lo que te llena ver a esa persona feliz con su nueva condición, porque, pese a todo lo que te pueda doler y frustrar no conseguir lo que esperas, jamás vas a poder evitar mostrar una amplia sonrisa a todos aquellos que te rodean y acuden a ti deseando que algún día tú llegues a sentirte como ellos en ese momento, pues significaría que has logrado conseguir lo que te proponías.

viernes, 15 de julio de 2016

Rivus.

Si me pongo a pensar con frialdad en mi persona, llego a la única conclusión de que no soy capaz de entenderme, por mucho que ahonde en mi interior, por mucho que intente explorar mis gustos y mis emociones, por mucho que quiera hacerlo, jamás llego a un punto en el que sepa por qué hago lo que hago, por qué lloro cuando lloro, por qué sueño lo que sueño, o por qué no grito cuando quiero hacerlo.
Dar demasiadas vueltas a todo es bueno para apreciar las distintas perspectivas, pero malo si no sabes cómo ordenar tus ideas tras el mareo de tanto rodeo. Por ello a la vez que me asusta el no entenderme, entiendo por qué estoy como estoy, ya que si yo misma no me entiendo, ¿quién va a tener la paciencia y las ganas de gastar sus fuerzas en hacerlo?
La vida es un sinfín de posibilidades, y hasta ahora no creo haber escogido mal, pese a que soy pésima escogiendo cualquier cosa en cualquier momento y a cualquier precio, pero aún así no puedo evitar el pensar lo que hubiera pasado en todo momento si no hubiera elegido algunas cosas, si no hubiera dicho otras, o si simplemente no me hubiera encerrado en mí misma sino salido a ver lo que me esperaba pero en buena compañía.
A la vez que agradezco la gran visión que esto me otorga de todo, también me provoca un llanto de niña pequeña, incontrolable, interminable, inexplicable a veces, pues es lo que conlleva la duda perpetua, la excesiva percepción y el tiempo corriendo más rápido de lo que nos damos cuenta y deseamos.