FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

lunes, 1 de septiembre de 2014

Vuelta a casa.

Las luces de la ciudad allá donde me alcanza la vista, y en mi corazón se desata una tormenta de emociones y deseos. El cielo que nos acompaña está cubierto de finas y pacíficas nubes que se abren paso como si nos diesen una calurosa bienvenida. El coche va avanzando y yo poco a poco voy sintiendo que estoy en casa, que vuelvo a la rutina, a mi vida diaria, y que, en cuanto pueda, saldré y correré a ver a mis amigos y a narrarles mis mil y un aventuras vividas en este tiempo separados mientras deseo fervientemente que ellos me cuenten las suyas para sentirlas y vivirlas como si fuesen mías, y compartir los buenos ratos pasados mientras estamos formando otro con el momento que estamos viviendo, reunidos todos de nuevo, después de estos meses separados, y que, sin embargo, parecen como si no hubiesen sido nada de tiempo, como si hubiera sido ayer cuando nos reunimos por primera vez, señal de que nuestra amistad es más fuerte que la distancia, el tiempo o los recuerdos y sabiendo que, juntos, todo siempre será igual.

Dar para recibir.

Hay personas que solo viven para hablar siempre por y para ellas, sus problemas y sus cosas. Yo respeto la forma en la que elige vivir cada uno pero también sé que hay límites para todo. 
Quizá sea yo la única persona que no puede vivir sin que haya un intercambio en la relación, ya sea esta de amistad o algo más, de ideas, pensamientos, problemas, y cualquier cosa que se necesite hablar o decir en cualquier momento y por la circunstancia que sea. Puede que eso les parezca raro a algunas personas pero seguramente sea así porque ellas solo se han visto situadas en una de las dos posiciones posibles, aparte de estar en ambas, es decir, o que solo sepan hablar, hablar y hablar de ellos mismos buscando en los demás solo un oído, un hombro o unas palabras de consejo o alivio, o bien que sean de esa clase de personas que solo quieren escuchar y aconsejar mientras se guardan para ellas todo lo que les ocurra y siguen anteponiendo los problemas de los demás a los suyos.
Es un poco irónico que yo me considere situada en ambos lados, tal vez lo veo así porque aunque yo soy tanto de contar como de escuchar, si pudiese, siempre escucharía y ayudaría, siempre callaría y tendría mis brazos, mis ojos y mis oídos bien abiertos para cualquiera que los necesitase en el momento que fuese. Sin embargo, en el momento en que tras escuchar todo lo que les ocurre a los que me rodean, me toca ya hablar y explicarme a mí, ya no soy tan entusiasta ni me salen tan fácilmente las palabras, los gestos o las emociones que mis amigos quieren que les cuente ya que me cuesta mucho abrir mi corazón a mis amigos para contarles mis mayores, más oscuros y más íntimos secretos. Esto no es un problema de confianza hacia mis amigos o mi familia pues no hay personas en las que más confíe que ellos, sino más un problema mío. Cuando veo que llega la hora de contar mis cosas, lo que me pasa por la cabeza y por el corazón, mis problemas y mis dudas, siento que se me cierra el pecho, y que un gran peso bloquea mis labios haciendo que solo sean capaces de soltar miseros comentarios irónicos y muecas graciosas que intentan servir como triste fingimiento de la realidad que me acompaña y que me supera, pero que inútilmente quedan desenmascaradas por mis grandes y expresivos ojos que muestran todo el remolino de emociones y de lágrimas que realmente se expanden en mi interior.