Cuando el peso de todo lo que soportas a diario alcanza un punto en el que rebasa a tu propia fuerza , tanto física como mentalmente, necesitas una mano amiga que te ayude, no sólo a sujetar y a levantar esa carga, sino también a alejarla de ti, de forma que nunca más vuelvas a echar la vista atrás, ni por necesidad, ni por preocupación, por absolutamente nada.
Con las manos libres, y los ojos despiertos, puedes mirar hacia delante, poniendo suma atención en cada paso que das, sin retroceder, tan sólo avanzar, y, si sucede algo que provoque que vuelvas a caer, te levantas, apoyado en tus manos, y contando siempre con las de tu fiel escudero, digo amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario