FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

jueves, 14 de diciembre de 2017

Ángel.

¿Por qué sentimos la necesidad de contar con un ambiente exclusivo?
¿Por qué no nos damos cuenta de que esto es así nada más que cuando deja de ser como hasta ahora fue?
¿Por qué tendemos a menospreciar todo aquello que no alcanza nuestras desconocidas expectativas, nuestros impuestos canones?
¿Por qué somos tan capaces de cortar por lo sano sin pensar en los demás, hasta tal punto que sólo caemos en lo que se sufre, en lo que se llora, en lo que se desgarra, una vez que alguien nos hace pasar por lo mismo?
La vida es complicada, enrevesada, constante, tirante e imprevisible. Y aún así, eso no nos basta, pues somos nosotros mismos quienes acabamos haciendo de ella lo que nos parece, en cada momento, que es lo correcto, primero actuando y luego pensando la mayor parte de las veces, y solamente viceversa cuando creemos saber lo que se nos viene encima.
Las personas somos iguales que la vida, con una peculiar característica añadida: cuando descubrimos qué es lo que nos hace bien/mal, tratamos por todos los medios de mantenerlo/sacarlo. 
Muchas veces se convierte en un sinsentido pues algo que nos hace bien pero nos asusta acaba lejos, mientras que algo que nos atormenta permanece intachable, sin muestra alguna de repudia.
Otras veces, todo transcurre de manera tan monótona, tan lenta, que tardamos muchísimo en apreciar lo que alguien estuvo haciendo por nosotros: ayudándonos, cuidándonos y apoyándonos; y para cuándo descubrimos a esa maravillosa persona, ya no está ahí, y es frustrante pues era alguien que merecía la pena de verdad, y que perdimos por estar ciegos, distraídos, perdidos.
E igualmente nos ocurre con aquellos que sólo están para nosotros cuando a ellos les viene bien, que de buenos somos tontos, y hasta que no nos cansamos, no cortamos unos inexistentes lazos, pues no hay relación posible si no existe un quid pro quo, un saber que estás para mí y que estoy para ti, un preguntar por saber y no por cortesía, un querer de verdad y no por interés.
Y, la mayor parte de las veces, está ese trascendental momento en el que nos damos cuenta de tantas cosas que no somos capaces más que de actuar y tratar de seguir, sabiendo que nada va a volver a ser lo mismo jamás. Es cuando de una vez por todas sabes que lo que acabas de hacer es lo que debías, aunque te duela y te perfore como un taladro emocional. Es ese preciso instante en el que te das cuenta de que todo lo que creías no era como pensabas, y tienes que alejar de tu vida a una gran cantidad de personas que sólo te aportan inseguridades, dudas, miedos, preguntas sin respuesta por su parte, y pasar a quedarte con aquellas que te llenan, te hacen sentir bien cuando ni tú mismo te sientes bien, te escuchan, te comprenden, te dejan hablar durante horas de un monotema porque saben que lo necesitas, te aguantan en silencio sabiendo que estás tratando de reordenar tu caos interno, te llaman, te escriben, te sonríen sin motivo alguno, cruzáis miradas en determinados momentos sabiendo que la otra persona va a estar pensando lo mismo, te dan abrazos que valen por miles de conversaciones y miles de te entiendo, te respetan, te valoran, te quieren, y saben que fueron, son y serán correspondidos.
Y lo mejor de todo, es que pese a todo lo que puedan descubrir de ti, van a seguir ahí, porque es su naturaleza, son ángeles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario