FGL.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo."

J.K.R.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo."

viernes, 20 de octubre de 2017

Colapso.

A veces desaparecer es lo más fácil, aunque también se suele ver cómo la opción más triste, más cobarde, al igual que huir.
Pero muchas de esas ocasiones en las que todos esos tópicos nos frenan, en realidad nos están privando de ver qué ocurre más allá, de descubrir nuevas personas, nuevos lugares, de crear nuevos recuerdos, e incluso de conocernos y descifrarnos a nosotros mismos.
La soledad nos aporta mucho más de lo que creemos, nos da tiempo para pensar, nos permite ver qué cosas de las que tenemos en nuestra vida son necesarias y nos proporcionan algo, y cuáles no sirven para nada, nos muestra qué personas están ahí en todo momento y cuáles son los fantasmas de los que intentamos huir entre la niebla que es la marabunta social de nuestra vida.
Y, a su vez, nos quita lo mismo que nos da, pues nos encerramos en nosotros mismos con el fin de sentirnos cómodos, sin movernos de nuestra zona de confort, sabiendo qué nos gusta y qué no, cuándo salir o cuándo no, o simplemente nos permite tomar decisiones que, por motivos sociales o culturales, quizá no llegaríamos a llevar a cabo.
Creo que el pensar ahora mismo en todo esto me hace ver que la soledad es parte de mí, parte de todos nosotros, sólo que en unos casos está más inexplorada que en otros, pues todo depende de los momentos que le otorguemos a nuestra escurridiza pero latente amiga para invadirnos y dejarnos su peculiar y permanente huella.
A veces me gusta considerarme alguien invisible, imperceptible a ojos de ciertas personas, silenciosa cual animal en busca de presa, siendo la presa la libertad de sentirme una ninja que aparece y desaparece a su antojo.
Y otras veces odio ser así, pues nadie se fija en ciertas cosas que hago o que digo, o simplemente la gente se aprovecha de mi jamás buscada condición para ignorarme como si no estuviera, como si no fuera nadie, como si no importara.
Cada día me planteo cómo sería desaparecer, ir dejando poco a poco de dar señales, ir difuminándome lentamente entre la marea de recuerdos de los que me conocen. Quizá en algún momento noten mi ausencia y se pregunten sobre qué fue de mí, pero mi acuciante invisibilidad me suele susurrar que casi seguro pasará justo todo lo contrario.

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